calle bolivar (augusto nieves)
puente sobre rio zuata (augusto nieves)
Saturnina Reyes habitante de El Negro y recolectora de café vivía inquieta con el sermón apocalíptico que le había escuchado al cura en la Semana Santa pasada. El pastor de almas afirmaba que el fin del mundo se acercaba y que el día del juicio final una gigantesca cruz surcaría los cielos para que los pecadores se arrepintieran de sus faltas. Saturnina se encontraba llenando una tinaja en el jagüey cuando sintió un ruido desconocido por sus oídos, volvió la vista hacia el cielo y allí estaba, desafiando toda ley conocida por aquella mujer para quien únicamente las aves volaban. Pasó sobre su cabeza a regular altura y se alejó entre dos cerros para luego volver en sentido contrario y desaparecer por donde llegó. La atribulada Saturnina recordó las palabras del cura párroco, vio la semejanza del aparato con la cruz del juicio final y presa de los nervios apartó la tinaja y salió corriendo a su rancho para abrazar a sus niños y esperar el fin del mundo y el juicio final en su compañía. Mi abuelo, que iba por el camino rumbo a los potreros, se encontró de frente con la mujer que hecha un mar de llanto le advirtió cuanto pasaba:
_ ¡Carlos, mijito! ¡El mundo se está acabando! ¡Llegó la cruz del juicio final!
Mi abuelo, tratando de contener la risa, le explicó que simplemente se trataba de un aeroplano y que al mundo le quedaban unas cuantas horas de vuelo.
Días después mi abuelo se encontró con Ricardo Alvis. A sabiendas de lo embustero que era, le interrogó:
_Ricardo, ¿Vio el bicho que pasó volando?
_ ¿Que si lo vi? _ Respondió _ Yo estaba en la quebrada cuando llegó, se bajó en el pozo, bebió agua como un desesperado; Se sacudió las alas y salió volando pa’ Valle Morín.
POR: JUAN CARLOS TORREALBA
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